Pues no, no fallaron (salvo el jinete pálido...): Noe, Vera, Guille, Joaquín, Iván y yo. También nos acompañó otro amigo en la parte de la subida al Naranco. Todos puntuales a la hora convenida y con ganas de probar el barro.
Queríais caña, pues venga.......
Como se esperaba el día amaneció soleado pero fresquito, así que la gente venía abrigada (gorritos, mallas, cortavientos, no saben lo poco que dura el frío una vez que se pone todo cuesta arriba).
De acuerdo con la ruta prevista, salimos desde los depósitos de agua de Cuyences y enseguida afrontamos las primeras rampas, a un ritmo alegre y con buena conversación. Pero esta subida es larga, con pendiente mantenida, así que a la mitad se hizo el silencio y se empezó a estirar el grupo: primero Vera y Joaquín, seguidos de Iván y Guille, luego Noe y yo cerrando el grupo.
Toca caminar en alguna de las rampas y luego una breve bajada para recuperar las piernas antes de subir al Cristo, donde tocaba reagruparse y foto de familia.
Tomamos contacto ya con los caminos y como era de esperar nos encontramos con algo de barro, no mucho, pero el suficiente para que el trazado fuera juguetón. Alguno estará dándole al cepillo a estas horas para recuperar el brillo de las zapatillas de running...
La siguiente parada para beber algo fue en el pico Lampaya (km 10) y alguno ya notaba los efectos de correr más allá de hora y media...aunque en ningún momento perdieron la sonrisa ;)
Las vistas eran espléndidas, todavía había niebla en el valle de Trubia y a lo lejos se veían todos los picos de la cordillera: el Aramo, Zona de Pajares, Zona de San Isidro, Picos de Europa, el Sueve...
Ahora ya quedaban tan sólo 8 km y la mayor parte en bajada, sin ninguna subida importante, así que afrontamos esta última parte con ganas, aunque ya empezaban a pasar factura los excesos del principio.
Última parada, foto de grupo y ya por la pista finlandesa hasta el final.
Una ruta entretenida, de casi 18 km, con un desnivel de +/-939 m, con un tiempo inmejorable y en buena compañía.
Repetimos, no?
